Muchos
al salir de la cárcel se la llevan consigo, la ocultan como una
desgracia secreta y durante largo tiempo se arrastran para morir en un
agujero, como pobres bestias envenenadas. Es lamentable tener que
hacerlo y es un terrible error de la sociedad obligarlos a ello. La
sociedad se arroga el derecho de inflingir horribles castigos al
individuo, pero también tiene el vicio supremo de la limitación
de espíritu y no puede darse cuenta de lo que ha hecho. Cuando el
hombre cumple su condena, la sociedad lo abandona a sí mismo; es decir,
lo abandona en el preciso momento en que comienza su mayor deber hacia
él. La sociedad está realmente avergonzada de sus propios actos y
esquiva a aquellos a quienes castigó, como la gente evita al acreedor a
quien no puede pagar o al hombre a quien se ha hecho un daño
irremediable o irreparable. Por mi parte puedo decir que así como
entiendo lo que he sufrido, la sociedad debe entender lo que me ha
inflingido. De este modo no habrá resentimiento ni odio por ninguna de
las dos partes.
Oscar Wilde
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada
Comentaris